Octubre 7, Salón 21.
Los decibeles, la música estruendosa y los hombres y mujeres de negro volvieron a cimbrar de nuevo el Salón 21, tan sólo dos semanas después de que Slayer ofreciera una serie de tres memorables conciertos en fila.
En esta ocasión el foro de Lago Andrómaco recibió a cinco bandas de talla internacional en la segunda edición del festival llamado Live ‘n Louder, el cual en un inicio se realizaría en el Pabellón del Palacio de los Deportes; este cambio de foro no importo y las huestes metaleras acudieron sin falta.
Debido a la pésima noción de tiempo que tengo, no me fue posible llegar a ver a las dos primeras bandas. No obstante, un fiel y amable asistente a los conciertos de rock pesado, compartió conmigo su experiencia. Según él, 10 o 15 minutos después de las cuatro de la tarde, Gotthard inició las hostilidades. Supongo que al fan no le gustó mucho porque no me dio más detalles. Asumo que tampoco fue desastrosa la presentación, de haberlo sido, seguro hubiera echado maldiciones de ellos.
De After Forever, a quien por 10 minutitos me perdí, se expresó de manera más efusiva y elocuente. “Estuvo cabrón”, mencionó el uniformado metalero. Así, sin rodeos, estuvo cabrón y ya. Supongo que los Holandeses al menos le gustaban más que Gotthard, o en su defecto, siquiera los conocía.
Tras el respectivo cambio de equipo, soundcheck y múltiples rechiflas, una chica rubia, vestida de pantalón negro y un coqueto chaleco del mismo color, acompañada por su banda, hizo su aparición. La germana Doro estaba en el escenario, contenta y con muchas ganas de mover la mata. Y así fue. Durante aproximadamente una hora, el Heavy Metal de la ex vocalista de Warlock, provocó el headbanging, movimientos corporales desenfrenados, puños en alto y la clásica señal del metal: la mano haciendo así como cuernitos.
Sin duda, el show de la alemana, prendió a la banda. El usual grito de guerra de estos menesteres (el yeh, yeh, yeh!!!, mientras se flexiona con mucha fuerza el brazo con el puño cerrado), fue el común denominador de la presentación. La locura, el momento cumbre, el éxtasis llegó cuando Doro interpretó: Breaking the Law, clásico de clásicos de Judas Priest. Música simple, directa, sin complicaciones, una chica vestida de negro en el entarimado y buena ejecución, no resulta en otra cosa, más que en un muy buen concierto de rock.
Ahora seguía Sepultura, o lo que queda de ellos. Yo había llegado al festival sin muchas expectativas, sin embargo, el espectáculo que ofrecieron los brasileños, supero por mucho lo que esperaba. Se puede reprochar que sólo queda un integrante original de aquella alineación que grabó el Bestial Devastation, que cómo es posible que conserven el nombre de Sepultura, etc., pero no se puede criticar la actitud que tienen sobre el escenario.
Los requisitos indispensables para que un grupo de gente con ganas de brincar, matear, gritar y hacer el slam, se exigen, Sepultura los cubrió sin ningún problema. Con un vocal, que mas bien parece guardaespaldas de una estrella de Hollywood; una guitarra no virtuosa pero si ruidosa; un bajo con la pesadez suficiente y una batería equipada con doble bombo, la brutalidad invadió la pista del foro de Polanco.
Cuatro tipos que rockearon duro y sin concesiones. Canciones que incitaban al headbanging como Chaos A.D., Troops of Doom, Biotech is Godzilla, entre otras rolas que sonaron pesadamente genial fueron parte del setlist. Y para los que se rehusaban a aceptar la actual alineación de los brasileños, la clásica Beneath the Remains, fue el medio para que todos, todos, se volvieran locos.
Para el final dejaron Roots Bloody Roots, una de las canciones incluida en el disco Roots de 1996, que según algunos críticos musicales, dio paso a lo que se conocería como nü metal. Felices y contentos los fans terminaron. Algunos también se fueron.
Minutos después de las 11 de la noche, entre gritos de protesta por el tiempo de retraso y también porque algunos no alcanzarían transporte público, apareció el quinteto finlandés Stratovarius. A diferencia del show que ofrecieron hace dos años en el Circo Volador como parte de su gira promocional del Elements, mostraron muchas mejorías. El audio, que por algunos momentos saturó, y la actitud de la banda, primordiales para un buen concierto, fueron superiores al concierto pasado.
Hunting high and low, Speed of light, Kiss of Judas y S.OS. cautivaron a una audiencia visiblemente ya cansada por el maratón musical. La rapidez en el doble bombo de Jörg Michael era impresionante, ejecución perfecta. El nuevo bajista de la banda, Lauri Porra, al más puro estilo de Cliff Burton, hizo lo que quiso con su instrumento de cinco cuerdas. Hasta el himno nacional mexicano tocó. El teclado de Jens Johansson, aunque estaba muy alto, se compuso durante el concierto y acompañó excelentemente los solos de guitarra.
Por su parte, Timo Tolki, quien recuerda a los actores de los infomerciales que venden métodos para bajar de peso, no dejó ninguna duda de que es uno de los mejores guitarristas del género. El otro Timo (Kotipelto), de indumentaria propia de un cantante famoso de pop alojado en Miami, recorrió todo el escenario, de un lado a otro, alentando al público en todo momento y con las cuerdas vocales bien afinadas. Dieron un show digno del festival de metal más grande en México.
La infaltable Black Diamond fue la última canción interpretada para los fanáticos que asistieron a la segunda versión del Live n’ Louder. Aún con la cancelación de Saxon de último momento, la dosis de decibeles fue suficiente. Y atención, porque viene un cierre de 2006 pesado!!!
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